POR ELENA GÓRRIZ
A las 22.30, hora local en Manchester, del 22 de mayo de 2017, tuvo lugar una explosión en el Manchester Arena –un edificio con capacidad para 21.000 personas-, concretamente, en el área que conecta este pabellón con la estación de trenes Victoria. Al concluir el concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande -dirigido a un público muy joven-, los espectadores que se encontraban saliendo de dicho lugar -algunos menores con sus padres que habían acudido a recogerles al concierto- sufrieron el impacto de una gran explosión que, según testigos presenciales, sacudió el edificio, sembró el caos y dejó como restos, multitud de tornillos y clavos, lo que apunta al propósito de aumentar deliberadamente los daños materiales con la detonación del artefacto.
Según ha informado el jefe de la Policía de Mánchester, (Chief Constable) Ian Hopkins, la explosión fue llevada a cabo por un solo individuo, que se suicidó al detonar un artefacto cuya fabricación pudo ser propia. No obstante, se investiga si actuó solo o como parte de una red. La primera ministra británica Theresa May ha comunicado que los servicios de seguridad ya conocen la identidad del autor de dicho atentado, que responde al nombre de Salman Abedi. La Policía de Mánchester ha detenido a un sospechoso de 23 años en Chorlton, en el sur de Manchester, con relación al atentado.
Hasta el momento, al menos se cuentan 22 muertos entre las víctimas y 59 heridos, algunos de ellos muy graves, que podrían elevarse a 120 según fuentes locales como el Manchester Evening News. Entre las primeras víctimas se ha podido identificar a dos menores de 8 y 18 años, respectivamente, siendo 16 los heridos menores de 12 años